(Sin Título)

Desde nuestro cálido estado fetal no sentimos tentación más grande que el evocador sonido de la nieve al ser mordida con la abrumadora ansiedad de una adolescencia en plena ebullición con sus destellos salpicantes y su explosiva fuerza seductora que delata hasta el más oculto manoseo de las palmas sudorosas contra ese cuello sangrante de canciones que no resuenan mas que en la faringe cuando se traga la saliva oyendo el fluído junto con los latidos bamboleantes de viscosa sudoración retenida por compresas hostigantes que no dejan despedir el flagrante aroma del resonar de nuestras voces que titilan al mostrar su perturbadora expansión como la presencia de una gota de vinagre colgando de la campanita de la garganta en pleno discurso interno preservando los deseos de morir en secreto dibujando un espejo con la sonrisa que se siente al preguntarse al oído con palabras impronunciables sobre la calidez del aire merodeante impregnado de manos de gordura inexpresiva que bosquejan en la lengua con forma de tubérculo las raíces que se asoman por los poros mientras tapan el sudor que silencioso se guarda con cautela en rincones deprimidos del colchón pectoral de cremosa consistencia que pulula bajo sus yemas deslizantes mientras uno traga efluvios quejumbrosos y vislumbra globos oculares encerados de sordera a instantes de eclosionar y caer sobre el manto de cegueras que repiten con su tacto melodías que cubren rostros parestésicos sin olfato y olvidados.